Nueva York, 11 de septiembre del 2001. Dos policías pertenecientes a la Autoridad Portuaria de la gran ciudad, John McLoughlin y William Jimeno, quedan sepultados bajo los escombros del World Trade Center, tras intentar evacuar gente de una de las dos torres impactadas. Oliver Stone relata la tragedia que marcó la vida estadounidense y al mundo entero, resaltando un punto de vista más psicológico de la desdicha americana, centrándose en la vida personal y conyugal de los dos uniformados.
La trama de 'World Trade Center' reúne el dramatismo puntualmente en las parejas de estos dos valientes héroes, ya que la perseverante lucha por no perder los nervios ni las esperanzas se personifica en el papel de Donna McLoughlin y Allison Jimeno, dos mujeres que, paralelamente, deben soportar la larga incertidumbre que conlleva saber el estado de sus maridos.
A través de las experiencias personales que vivieron y compartieron John McLoughlin, su esposa Donna McLoughlin, William Jimeno y su señora Allison Jimeno, la inhábil escritora de guiones Andrea Berloff redacta esta espesa historia no muy fácil de diluir, que el aclamado (últimamente ni tanto) Oliver Stone se encarga de dirigir, poniendo todo de su parte para sorprender a un público más gringo que “mundial”, pero aportando sus mejores intenciones y expresiones ambientales que, aún así, no deja de lado ese tedioso fervor por lo propiamente gringo, nada raro en este tipo de cine.
El comienzo de la película es notable. Los primeros 60 minutos están más que bien logrados, pues los hechos fluyen como corresponden, no se centran tanto en lo que todos hemos vistos una y otra vez en la televisión, y con esto me refiero a la imagen de los aviones estrellándose en las torres y los pedazos de cemento cayendo desde el cielo, llenos de polvo; creo que en ese sentido Stone evitó caer en el popular convencionalismo pronosticado más de alguna vez. Además, es en los inicios de los acontecimientos donde se instala un poderoso enganche para el desarrollo posterior.
Lástima que todas esas expectativas que se pintan muy lindas en la apertura de la cinta decepcionen rotundamente minutos después, pues es en la mitad de la película donde reincidan sus fallos más notorios, para luego rematar con un final que vuelve a la tendencia del comienzo. En el cuerpo de esta cinta abundan escenas repetitivas, diálogos sin sentido que están de sobra, intentos desesperados por producir una emoción forzada, tanto para nosotros como para ellos mismos (los personajes), y por sobre todo un lentísimo ritmo que definitivamente no debería haber aparecido en una situación como la de acaecida por los protagonistas.
Stone siempre exprime todo el potencial de sus actores, independientemente si sus películas sean buenas o malas. En ‘World Trade Center’ quizás la palabra “exprimir” no sea la adecuada, pero sí las interpretaciones satisfacen las expectativas. Nicolas Cage (como John McLoughlin) y Michael Peña (como William Jimeno) están bien, aceptables. Sus actuaciones se basan más en imitar la manera en que vive un policía común y corriente a demostrar lo buenos que son en la actuación, especialmente el gran Cage. Con Maria Bello (como Donna McLoughlin) y Maggie Gyllenhaal (como Allison Jimeno) se nota más en la expresión tácita del desenvolvimiento exegético, como mujeres de casa tan aferradas a sus parejas que ni el derrumbamiento de las dos torres más grandes del país les importara más que la posible muerte de sus respectivos maridos. Esto porque, como mencioné anteriormente, el film gira entorno a una temática psicológica, un punto de vista más íntimo. Es por esto mismo quizás que el atentado del 9/11, en esta película, lo vemos sólo como un escenario para contar una historia de esperanza, solidaridad y grandes corazones.
Con respecto a la impresión visual de la película, es necesario recalcar escenas que se acomodan espléndidamente a la realidad. La ambientación tiene un 10/10, pues uno se imagina haber estado allí; especialmente aquella perfecta secuencia del desplome de una de los rascacielos sobre los protagonistas.
Pero hay que ser realistas, un documental resulta más interesante, pues por lo menos vemos perspectivas más variadas. Tanto patriotismo cansa.
Por Sebastián Chávez Peña